ARTÍCULO DE DANIEL GÓMEZ (METRÓPOLIS COMUNICACIÓN) / Mientras trabajaba con una inteligencia artificial, recibí una respuesta que me hizo sonreír: “Parece que no puedo hacer un análisis de datos más avanzado en este momento. Por favor, inténtalo de nuevo más tarde”. Lejos de frustrarme por no obtener el resultado que esperaba, me alegró comprobar que la labor humana sigue siendo insustituible.
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Por Daniel Gómez, consultor de Metrópolis Comunicación / 4 de junio de 2025
Es cierto que el mundo de la generación de contenido está inmerso en una revolución. Gemini, ChatGPT y DeepSeek redactan notas de prensa a una velocidad endiablada. El propio Canva esboza logos y diseños en cuestión de segundos. Hay herramientas para generar código, interpretar imágenes, resumir PDFs… Tareas que antes resultaban tediosas y eternas ahora se concluyen en pocos minutos.
A los periodistas, tal avance nos genera vértigo. ¿Seremos sustituibles?
La pregunta es legítima. Una persona superdotada puede manejar entre 40.000 y 50.000 palabras, superando el promedio de 20.000 a 35.000 que utiliza un adulto común, según estudios lingüísticos como el de Brysbaert. Por su parte, modelos de inteligencia artificial como GPT-4 manejan cientos de miles de millones de tokens—que incluyen palabras completas, fragmentos y caracteres—, permitiéndoles trabajar con un vocabulario mucho más amplio que cualquier ser humano.
Pero aunque estos sistemas superen nuestras capacidades cuantitativas, no significa que hagan mejor nuestro trabajo. Y mucho menos el de los periodistas. Las IAs no comprenden, no contextualizan, no se emocionan, no empatizan. Y eso es precisamente lo que debemos hacer quienes defendemos “el mejor oficio del mundo”, como lo definió Gabriel García Márquez en su famoso discurso en Los Ángeles, ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Gabo, posiblemente el periodista hispano más reconocido, nos dejó lecciones que perdurarán siempre. “Los periodistas se han extraviado en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro”, sentenció en aquel discurso. Por entonces, una plaga de teclados ruidosos y pantallas culonas invadía las redacciones, mientras los teletipos viajaban a la velocidad de la luz. De repente, los periódicos se llenaron de contenido. Nunca fue tan fácil imprimir papeles con noticias, artículos, reportajes y entrevistas. Pero, como bien advirtió García Márquez, en esas “salas asépticas” en las que se convirtieron las redacciones, nunca fue tan difícil recordar que el periodismo tiene como objetivo “conectar con el corazón de los lectores”.
Con esa máxima -no perderse en el laberinto de la tecnología y conectar con el corazón de los clientes- Metrópolis Comunicación ha vivido 30 años. Tres décadas enfrentando la revolución de los ordenadores, de los móviles, de las aplicaciones… Y ahora, nos toca mirar de frente a la revolución de la inteligencia artificial. Porque, ante la pregunta de si seremos sustituibles por las IAs, en nuestra empresa la respuesta sigue siendo clara: sí, lo seremos. Seremos sustituibles si no nos transformamos. Pero transformarnos es, precisamente, lo que siempre hemos hecho.
Echemos la vista atrás. Antaño, los dossieres de seguimiento de Metrópolis se elaboraban con recortes de periódicos que se compraban en la gasolinera a las cuatro de la madrugada. Esos recortes, tras un cansino corta y pega, se enviaban al cliente con la salida del sol mediante fax.
Hoy, contamos con una herramienta de clipping que aglutina diferentes cabeceras y lee los descriptores asignados a cada cliente, quienes reciben la información directamente en una app personalizada según sus intereses. Una aplicación que no sólo incluye dossieres exclusivos, sino también contenidos digitales, cortes de radio y televisión, análisis de líderes de opinión y seguimiento de redes sociales.
La tecnología siempre ha supuesto un reto. Incluso una amenaza. Pero con una visión clara y confiando en las capacidades de las personas -de los periodistas- Metrópolis ha podido seguir cumpliendo con su lema: aportar comunicación con valor para conectar, en este caso, con el corazón de sus clientes.
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